Si te sientes incómodo con los altibajos del espíritu empresarial, puede que no estés hecho
para ser empresario.
Si un gráfico representaría un día en la vida de un empresario. el gráfico lineal de pensamientos y emociones sería errático, con puntos de datos que representan una batería de altibajos relacionados con la propiedad de un negocio.
El diagrama podría tratarse simplemente de una interpretación desenfadada de las luchas a las que solemos enfrentarnos los empresarios, o más bien una descripción acertada de la angustiosa montaña rusa que los empresarios solemos experimentar a diario o incluso cada hora mientras dirigimos y hacemos crecer nuestras empresas.
El gráfico sería una especie de zigzag de las victorias: “¡Sí, esta la hemos clavado!”. Y de las derrotas: “¡Maldita sea, la hemos cagado!”. Por cada afirmación positiva, “¡Vaya, está funcionando!”, habría una inevitable reacción negativa. Entre las cuales se incluiría la basura común que los empresarios nos decimos a nosotros mismos cuando nuestra empresa no alcanza las expectativas:  Cosas como “¡Voy a quebrar!” y “¡Vaya, éste es el principio del fin de mi negocio!”. Y quizás la más desalentadora: “¿Qué estoy haciendo? Soy horrible en esto”.
La verdad es que emprender es duro. Incluso los mejores líderes empresariales luchan
habitualmente contra la duda y la frustración. Hacen malabarismos con la esperanza y la
experiencia. Toman decisiones importantes basadas en información, a veces limitada. Se
juegan el pellejo, quizá fracasan, y luego vuelven a jugársela. Sí, el espíritu empresarial puede
ser muy estresante, pero increíblemente gratificante.
Si no te sientes cómodo o al menos abierto a los altibajos de la propiedad de un negocio,
puede que no estés hecho para ser empresario. Sin embargo, la mayoría de los
empresarios de éxito soportan bien la montaña rusa. O, al menos, están acostumbrados.
He aquí por qué.
1. Los empresarios son optimistas
Independientemente de los momentos de duda, los empresarios son optimistas. No son
ingenuos, si no que encarnan la Paradoja de Stockdale, un concepto acuñado por Jim Collins
que afirma: “Debes mantener una fe inquebrantable en que puedes prevalecer y prevalecerás
al final, independientemente de las dificultades, y al mismo tiempo, tener la disciplina para
enfrentarte a los hechos más brutales de tu realidad actual, sean cuales sean”.
Aunque el optimismo suele ser un rasgo innato de la personalidad, también pueden cultivarlo
y desarrollarlo quienes carecen de él de forma innata. Incluso los pesimistas naturales pueden
entrenarse para ser pensadores y hacedores más positivos reconociendo los patrones de
pensamiento negativos, y luego tratando activamente de sustituirlos por palabras y creencias
más sanas.
Si tienes problemas con la mentalidad, existen muchos libros estupendos sobre cómo
desarrollar el optimismo como empresario. Encuentra uno que tenga sentido
para ti.
2. Los empresarios creen en lo que hacen
Los empresarios poseen un fuerte sentido de la finalidad más allá de los beneficios. Mientras
que otros podrían sentirse abrumados por todos esos altibajos diarios de dirigir y hacer crecer
un negocio de éxito, los empresarios creen firmemente en la importancia de su misión.
También aceptan de buen grado que tendrán que superar obstáculos futuros muy importantes
para que su visión cobre vida.
La visión y la misión son conceptos vitales para la mayoría de los empresarios de éxito.
- La misión es la definición de los objetivos empresariales que un empresario quiere alcanzar y los
 valores que le llevarán hasta ellos.
- La visión se refiere al modo en que el empresario planea que la organización repercuta en la sociedad en general.
Ambos son elementos clave de cómo los empresarios pretenden dejar una huella positiva y duradera en el mundo. Algunos empresarios lo llaman legado; otros simplemente piensan que es lo correcto.
3. Los empresarios aprenden a gestionar sus emociones
La mayoría de los empresarios no se extralimitan celebrando las grandes victorias ni lamentándose por los reveses inevitables.
Entienden que tanto las victorias como las derrotas forman parte del viaje que emprendieron.
Los empresarios también valoran en cierta medida el fracaso. Aunque a nadie le gusta perder,
la mayoría de los empresarios entienden que cada fracaso les acerca un paso más al éxito. Esto
se remonta a ese optimismo, pero también refleja la madurez de los empresarios para evitar
que las decepciones les consuman.
Nadie ha dicho nunca que la vida de un empresario sea fácil. De hecho, está casi
intrínsecamente plagada de altibajos. Pero si adoptan la positividad, el propósito y el aplomo,
es mucho más probable que los empresarios disfruten de su montaña rusa hacia el éxito.


